Un nivel de estrés mínimo puede resultar positivo, estimulando el organismo para alcanzar los objetivos y superar un momento puntual de presión. Una demanda externa superior a la normal desencadena una respuesta del organismo que permite dar salida a esa situación eventual.
El problema empieza cuando este nivel de estrés se convierte en negativo, supera el control del individuo y se alarga en el tiempo provocando síntomas que conducen al disconfort.
Las causas del estrés son múltiples con dimensiones fisiológicas y psicológicas. Siempre hay un elemento que genera el estrés: agente o estímulo que provocan el desequilibrio en el individuo.
Dentro del ámbito laboral todo esto adquiere sentido y genera problemas reales de adaptación y desarrollo del trabajo. Hay algunos elementos en el mundo laboral considerados agentes estresores:
Si bien, todo estos factores son externos, no podemos quitar importancia al perfil individual que tolera más o menos las diferentes situaciones y puede ser la diferencia básica entre un individuo con estrés y uno que sabe afrontar estas situaciones de forma positiva.
La combinación de estos factores externos y la personalidad individual es lo que hace que se valoren las situaciones de forma positiva o negativa y, como consecuencia, se desencadene una respuesta que conduce, en muchos casos, al estrés.
¿Qué podemos hacer para controlar o evitar el estrés? ¿Cómo gestionamos el estrés?
Las medidas a tomar deben ser tanto individuales como colectivas.En este punto el art.15 de la Ley de PRL dice que las medidas colectivas deben superponerse a las individuales.
Cualquier medida que se implante se tiene que hacer de forma progresiva y contemplando el todo de la organización.
Desde un punto de vista individual una dieta adecuada, descanso, técnicas de relajación, apoyo profesional pueden mejorar el nivel de estrés y la forma de afrontar situaciones laborales estresantes.
El objetivo final es final crear lugares de trabajo más confortables y amigables y, sobre todo, que el trabajador se sienta en un estado anímico correcto para desempeñar su labor.