Eso es lo que revelo un estudio realizado recientemente por la Universidad de Surrey en Reino Unido, en el que se sometieron a diferentes hombres y mujeres a jornadas de 28 horas sin los ciclos naturales de luz y oscuridad.
Y aunque este tipo de turnos suelen desencadenar diversos trastornos tanto físicos como psicológicos a las todas las personas que se ven obligadas a trabajar de noche, la realidad es que estos afectan de manera diferente entre mujeres y hombres, especialmente en lo que se refiere a la capacidad cognitiva y el estado de ánimo.
El mero hecho de no dormir durante la noche hace que nuestros ritmos circadianos se alteren, ya que nuestro organismo humano está programado para descansar durante la noche y no por el día.
¿Y que son los ritmos circadianos? Pues son los que constituyen nuestro reloj biológico y los que se encargan de controlar los ciclos de sueño / vigilia, y algunos procesos biológicos, tales como la función intestinal o la temperatura corporal. Por tanto, cuando estos se ven alterados, nuestra salud puede verse afectada.
Pero lo llamativo del estudio fue que este desajuste del ciclo circadiano influyera más en las mujeres, haciendo que su capacidad cognitiva empeorara más que la de ellos en las primeras horas de la mañana, es decir, en las últimas horas del turno de noche.
Esto hace plantearnos la prevención de riesgos laborales desde una perspectiva de género, teniendo en cuenta las características de cada trabajador/a y no aplicarla como a una masa unificada.
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